miércoles, 22 de julio de 2009

Los cuervos

Cuando escuché mi nombre,

Ya sabía que eran tus fauces

Las que volvían

Sedientas de mi sangre,

Arremetiendo...


 

En suspiro casi inerte

En hálito mudo y cadencioso

Levante los ojos al cielo

Y ahí, pude ver tus manos,

Girando encima,

como cuervos

buscando despedazar,

repartirse la osamenta

podrida que yace sin sepultura conocida.


 

Me perdí,

Empecé a sentir

El momento exacto en que empezaban

Los cuervos, tus manos, tus dedos, los cuervos

A despedazar mi cuerpo,

Bebían de mi sangre,

Escupían mis propias palabras,

Con su aleteos,

Volaban mis tormentos

Sus filos de acero

Penetraban,

Cortaban todo cuanto podían

Estiraban el correaje de mis venas

Para envolverme como cadenas.


 

Cuando cerré los ojos y sentí que ya estaba

Completamente destruido,

Vi como abrían mi cráneo y tragaban todas mis ideas,

Vomitaban todas mis canciones

Bilis fecunda en la tierra mojada

Donde esparcidas estaban

Mis esperanzas, aquellas que alguna vez

Fueron mi simiente.


 

Intente llorar y ya no pude,

Como sacar lagrimas

de fosas en las que ya no quedan ojos,

lo último que alcancé a sentir

fue cuando me arrancaban el corazón

y salía expulsado hasta perderse

en la ultima convulsión de vida.


 

Salí flotando en espectros,

Viendo todo mi derredor pintado con mi propia sangre,

La tela, el cuadro, el lienzo de mi vida

Estaba terminado.


 

Y fue allí, en ese instante

Que me reconocí,

No estaba muerto, estaba tan solo

Jugando

extendí mis alas y empecé a volar,

me detuve tan solo un instante

para saciarme

con mi propia sangre,

volé, volví al olvido,

retorne a las profundidades de mi abismo

abri mis ojos

y me vi tan nuevo,

desfigurado,

era yo sin duda alguna

mi propio cuerpo,

el único cuervo,

de carne y hueso.

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