miércoles, 22 de julio de 2009

Apesto

Apesto,

Despido el olor de la muerte,

Nauseabundo y contagioso,

Aquel que atrae a los cuervos

Que sobrevuelan dentro mío.


 

Puedo verlos llegar, acercarse,

La quietud, es tan inmensa,

Aquella a la que tan solo se puede

Llegar con lo inerte.


 

Quedan los cuervos a prudente distancia,

Como si el olor que despido

no fuera suficiente

Para tener la certeza inequívoca de mi muerte.


 

Miran, observan y de a poquito

Uno a uno

Cierran sus alas,

Dejan de volar

Y preparan,

Su voraz apetito, para saciar

De una vez y despacio,

La oportunidad de acabar con el estropajo

Al que fue le negado un epitafio.


 

Bastó que uno de ellos de el picotazo inicial,

para que todos se acerquen,

fui comido, devorado,

no vi placer en ellos, tan solo instinto.


 

Pronto, de mi quedó solo el esqueleto,

Mis huesos blancos, eran el vestigio de todo lo que había sido.

Mi alma quedo repartida entre tantos ,

Que ahora, soy parte de cada uno de ellos


 

Y también ahora sobrevuelo el horizonte,

Buscando el hálito de muerte que me da vida,

Gracias a los cuervos, soy un cuervo, soy muchos,

Soy tantos que preparo vuelo,

Al acecho de mi próxima víctima,

A diferencia, que esta vez,

Seré yo el único cuervo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario