domingo, 18 de julio de 2010

Hoy,

Es el día de mi última lluvia,

El último en que abrigo al frio,

Como en cavernas de antaño,

Es el último día,

Que verán mis nieves caer,

Mis manos ya no podrán herir,

Mis voces,

Ya no blasfemarán,

Mi ser,

Ya no soportará ultraje alguno,

Mis ramas,

ya no tendrán la hiedra parásita.

Ni simbióticos extraños,

Intentarán arbitrarme.

Mi pronóstico,

Insuficiente de olvido,

El diagnóstico,

Prohibido,

La sentencia,

Eternidad,

Hoy, en este día me despido,

Saludo de frente,

Al batallón de mi muerte,

Dibujo el paredón

Y paso al frente,

Hoy,

Escogí este día,

Para el día de mi muerte!

No espero, no lo hago, ya no puedo…

Sentado,

No espero nada,

Ni a nadie,

Tan solo giro la cabeza y observo,

Al más allá de mi mundo,

Que muestra sus fríos recónditos

Y sus calles mojadas de peregrinos,

De transeúntes del olvido,

Que como yo,

Acurrucados, en silencio

Despiertan imaginando

Que sus manos alcanzan

Aquella misericordia,

Cercenada en la historia.


 

Están en silencio,

Escapan de las calles,

De sus calles,

Que son su abrigo, su sendero

Recorren con sus dedos,

La frialdad de sus manos duras,

Ningún lápiz hasta ahora,

Poso en ellos su encanto,

El papel, lo consume el fuego,

Y sus dibujos, sus paisajes,

Son como retazos,

unidos en el tiempo

Del calor y del frio,

Del olvido.


 

Sentado,

Observo…

Cada gota de alma

Que aún me cuelga,

Cada pedazo de hastío

Que suena

Y al final,

Sentado,

Veo el laberinto,

en el centro,

Lejos de la entrada,

Y perdido de la salida,

Extiendo entonces mis manos

Y mi calor peregrino,

Se confunde,

Entre los sueños y

Del transeúnte,

de aquellos que al igual que yo,

tienen cabida,

solo en el olvido.