Evoco, al ayer,
Al instante en que juntos vimos y vivimos,
La distancia, el encierro, los golpes certeros y
Una madrugada.
Evoco, las risas, el llanto, la lluvia,
El unísono de nuestros pensamientos
Los recovecos compartidos de angustia,
Lo trémulo de un amor.
Evoco, las palabras, tu canto, mis sones
Tu diccionario de elegías, poesía,
El caudal sempiterno de tus frases al viento
El nudo antagónico de nuestras desazones.
Evoco, el sudor nuestro,
Tu manto de caricias,
Tus labios, tu boca,
Tu cuerpo, tus palabras
y tus pétalos de rocío.
Y un día,
en resplandeciente filo del acero,
Fuimos acaso cortados y despedazados,
La metamorfosis
toco el umbral divino de nuestros puertos.
Allí anclamos, en ocaso quedamos varados,
El horror y el desespero nos cantaba a latigazos
Los silbidos de sus golpes,
Certeros nos clavaban y en profundo pesar
En frenesí de odio
Empezamos uno a uno a destruirnos.
Tus golpes despedazaban cada terruño de mi alma,
Mi ser, tu única meta,
mi dignidad, colgada de tu urdimbre
Tejida con mi sangre, saciada con mi vida,
Mi yo todo en tus fauces,
Relamiendo el sudor de tu victoria.
Mis golpes,
Pasajeros del extraño sendero del terror,
Iban, fluían como torrente de sangre,
Estaban dentro, y para adentro martillaban.
Entretejido de dolor y enredo
Evoco nuestra metamorfosis, y no te reconozco
No eras tú, no era yo,
Quienes somos entonces?
Acaso,
simples pasajeros del tortuoso sendero,
Labriegos de epitafios con ruego y esmero,
Compañeros del dolor,
vampiros de nuestra propia sangre,
Protagonistas del cambio verdadero?
Crueles sepultureros,
O tal vez, mudos testigos
De aquellos desesperados
desaparecidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario