miércoles, 10 de febrero de 2010

A Federico Mateo,

Mi hijo, mi sueño.

Y en la tarde de todas mis tardes,

De toda mi vida,

Anunciaste tu llegada.

En sinfonía estelar

Colmaron las estrellas, sus luces

Y mi tarde atardecida

Floreció en curvas de campos,

Llanuras y colinas,

Transeúntes senderos, esperados rumbos

Y precisos destinos.

Te esperé, acurrucado,

sentado en la esquina de mis temblores

en frente a mis miedos y desenfrenos.

Perpetuado en soledades,

Te esperé, pasaban las aguas,

Caminaba en los charcos,

Sudaban mis manos por miedo a tocarte,

Lloraban mis ojos por miedo a soñarte.

Y en algarabía de un día,

Llegaste, lloraste

Y también lloró mi ser

Te moje con mis lágrimas y te sude con mis manos,

Te acurrucó mi aliento

Y te guardé en mi pecho.

Me cobijaste en el principio

Al abrir los ojos sonreíste

Y mis ojos en sollozo

Contuvieron el aliento,

Y yo, tan simple y complejo

Abrí mis brazos

Y en elegía de ancestral ritual,

Te alcé profundo

Y te levanté al universo

Y me dispuse

En esto que llaman vida

Simplemente a cantarte

Tan solo disfrutarte.

Llegaste, te esperaba,

Fuiste fiel a tu promesa

Y aquí estas,

Con tañido de campanas,

Con el viento y la lluvia,

Con tu risa,

Con tu vida que es la mía

Y que me dio

El sentido único de esperanza

Para cantar mis voces mudas al tiempo,

Mi silencio ahogado,

Mi frenesí de amor

Mi orgullo, mi sueño,

Mi cielo encantado,

Mis peldaños de libertad,

Por eso te esperaba y ahora que llegaste,

Es mi ausencia quien te disfruta

y mi mundo de sombras que te grita

y mi corazón que late tu nombre

y mi sangre que fluye por tus venas

y yo

y mi ausencia

y mi olvido,

soy yo quien falta,

soy yo,

Quien no está contigo,

Quien aún no ha llegado.

13-08-09

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