Sentado,
No espero nada,
Ni a nadie,
Tan solo giro la cabeza y observo,
Al más allá de mi mundo,
Que muestra sus fríos recónditos
Y sus calles mojadas de peregrinos,
De transeúntes del olvido,
Que como yo,
Acurrucados, en silencio
Despiertan imaginando
Que sus manos alcanzan
Aquella misericordia,
Cercenada en la historia.
Están en silencio,
Escapan de las calles,
De sus calles,
Que son su abrigo, su sendero
Recorren con sus dedos,
La frialdad de sus manos duras,
Ningún lápiz hasta ahora,
Poso en ellos su encanto,
El papel, lo consume el fuego,
Y sus dibujos, sus paisajes,
Son como retazos,
unidos en el tiempo
Del calor y del frio,
Del olvido.
Sentado,
Observo…
Cada gota de alma
Que aún me cuelga,
Cada pedazo de hastío
Que suena
Y al final,
Sentado,
Veo el laberinto,
en el centro,
Lejos de la entrada,
Y perdido de la salida,
Extiendo entonces mis manos
Y mi calor peregrino,
Se confunde,
Entre los sueños y
Del transeúnte,
de aquellos que al igual que yo,
tienen cabida,
solo en el olvido.
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